
Reina de Las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, primera reina de las Indias del Nuevo Mundo que se llamará América, Isabel I de Castilla la Católica, contaba con 41 años cuando Cristóbal Colón puso pie en aquellas tierras desconocidas. Reina de Castilla desde los 23 años, está considerada junto con su esposo Fernando II de Aragón, la hacedora de la unidad de los reinos peninsulares y americanos, que dieron origen a la Monarquía Hispánica.
La unión dinástica logró transformar los diversos y desiguales reinos de la España medieval en un cuerpo político con una sola dirección, una sola diplomacia y un solo ejército. La unificación definitiva se produjo cuando Juana, la hija de ambos, heredó el trono de Castilla en el año 1504, a la muerte de Isabel I, y el de Aragón en 1516 cuando murió su padre. La capacidad legal de las mujeres para reinar en Castilla no se ponía en duda. Cuando subió al trono, el 13 de diciembre de 1474 en Segovia, Isabel era la única mujer en toda Europa que ostentaba el título de reina titular.

Sus años de reinado coincidieron con los años de esplendor en Italia de los Medici en Florencia y los Sforza en Milán. Por sus venas corría sangre de varias dinastías europeas como la de los Trastámara, Lancaster, Plantagenet y Avis.
El gobierno de los Reyes Católicos es considerado como de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, ya que bajo su reinado la figura de los monarcas concentró cada vez más autoridad en detrimento de la nobleza que era la que había detentado el poder efectivo durante la Edad Media.
Fue la reina Isabel la que despertó a España del letargo medieval y la preparó para el mundo moderno. En 1492 bajo su reinado, se conquista el reino de Granada, se descubre un nuevo continente, se publica e imprime la primera Gramática de la lengua española por Antonio de Nebrija y se publica el Diccionario de latín-español.

Entre los principales cronistas castellanos de la reina de su tiempo, el más importante fue Hernando del Pulgar (1436-1492), siendo secundarios Diego Enríquez del Castillo, Alonso Flores, Alfonso de Palencia y Diego de Valera. Al hablar de ella el primero escribió: «era de mediana estatura, bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros, muy blanca é rubia: los ojos entre verdes é azules, el mirar gracioso é honesto, las faciones del rostro bien puestas, la cara muy fermosa é alegre«.
«Esta reina perdonaba muy ligeramente los yerros que contra ella se hacían pero los yerros hechos contra otras personas muy gravemente y con grandes dificultades era traída a los perdonar, porque no podía sufrir a los quexos y clamores que le daban los agraviados e injuriados, sin que llevasen remedio de su justicia«.
En general los cronistas coinciden en la calidad moral de la reina: «Muy buena mujer, llena de humanidad, bondadosa, ejemplar, de buenas y loables costumbres…». «Nunca se vio en su persona cosa incompuesta… en sus obras cosa mal hecha ni en sus palabras palabra mal dicha».
«Inteligente, prudente y de mucho seso». «Aguda, discreta, de excelente ingenio». «Habla bien y cortésmente. Verla hablar era cosa divina el valor de sus palabras e con tanto e tan alto peso e medida que ni dezía menos ni mas de lo que hacía al caso de los negocios y a la calidad de la materia de que trataba» (Gonzalo Fernández de Oviedo).

Muy probablemente Cristóbal Colón debió de congeniar mejor con D.ª Isabel que con D. Fernando y no es difícil imaginar a la reina escuchar asombrada las propuestas del navegante que debía de gozar de gran labia y un indudable atractivo personal.
Su primera entrevista, en la que influyó el hombre de la reina Alonso de Quintanilla, tuvo lugar el 20 de enero de 1486 en Alcalá de Henares, en la audiencia que le concedieron ambos monarcas.
La reina se mostró más favorable y atraída por la propuesta de Colón, al contrario que Fernando que lo recibió con poco entusiasmo. Los expertos de la Corte creían que era imposible llegar a China y Japón por el oeste desde las costas españolas

Sin embargo, la decisión de llamarle para que se apresurase a regresar a Granada para firmar las Capitulaciones en el Real de Santa Fe, el 17 de abril de 1492, debe de haber partido de ambos soberanos, pues no parece lógico que el resultado de una negociación, que había durado nada menos que siete años, fuera acordada tan solo por la reina.
Para Manuel Giménez Fernández en sus «Bulas alejandrinas de 1493 referentes a las Indias«, el objetivo inicial de este viaje a lo que se creía a India por la ruta occidental, era expansivo y económico, no misional, pues se suponía que estas tierras ya estaban semicristianizadas. Para otros ya llevaba el germen evangelizador que se concretó en la Bula Intercaetera, cuando se afirmó el carácter misional de la expansión española. También hace su aportación el mismísimo Colón cuando escribe a los reyes en la Introducción del Diario de su primer viaje: «…han decidido enviarme a mi, Cristóbal Colón, a las dichas regiones de la India, para ver a los mencionados príncipes y los pueblos de sus tierras, y saber su disposición y de todos, y las medidas que pudieran adoptarse para su conversión a la Santa Fe«.

El debate sobre si los españoles actuaron guiados por sus principios religiosos o por su intereses comerciales y cual de estos dos poderes predominó durante la Conquista, no tiene gran sentido, ambos intereses estuvieron presentes y, tal vez, de forma dependiente, esto es, comercio y religión como partes integrantes e inseparables de la cultura occidental.
El regreso triunfante de Colón tras su viaje de Descubrimiento y el posterior encuentro con los reyes en Barcelona en el salón del Cent en abril de 1493, supuso el mejor momento de las relaciones del flamante Almirante con sus monarcas. Todos los cronistas cuentan maravillas. Fernández de Oviedo incluso da el nombre cristiano que se dio a tres de los seis indios (hombres y mujeres) que Colón trajo consigo: Fernando de Aragón, Juan de Castilla y Diego Colón.
A partir de este primer viaje, la reina redactó para los siguientes viajes dieciséis órdenes (siempre en sus cédulas y provisiones reales, se referirá a las nuevas tierras descubiertas como Islas y Tierra Firme del Mar Océano), la primera dirigida en persona al propio Colón el 29 de mayo de 1493 en Barcelona:
«Primeramente, pues a Dios nuestro Señor plugo, por su santa misericordia descubrir las dichas Islas y Tierra Firme...», cuyo primer punto se refería a la obligación de instruir en la religión cristiana a los indios, a los que «por todos los medios debían esforzarse y empeñarse en convencerlos» para convertirlos a «nuestra sagrada fe católica», además de enseñarles nuestra lengua para que entendieran a los sacerdotes que enviaba con Colón.

Isabel ordenó, asimismo, «tratar a dichos indios muy bien y con cariño, y abstenerse de hacerles ningún daño, disponiendo que ambos pueblos debían conversar en intimar y servir los unos a los otros en todo lo que puedan«. En caso de que Colón conociera algún maltrato, debía «castigarles (a los responsables) con severidad«, en virtud de su autoridad como almirante, virrey y gobernador.
Sería una tarea complicada, pronto se encontrarán los españoles con indios que les hacían la guerra, antropofagia y esclavitud entre los distintos pueblos aborígenes.

Durante 1493, el papa Alejandro VI firmó cuatro Bulas, que explican parte del desarrollo posterior de los acontecimientos. Para el mundo cristiano de aquellos tiempos, el Papa era como un árbitro equivalente a lo que hoy es la ONU. Una de las consecuencias de las mismas fue la evangelización de las poblaciones de las nuevas tierras y otra fue la firma del Tratado de Tordesillas de 7 de junio de 1494, por el cual se fijaba el meridiano de separación de los dominios de Castilla y Portugal en una línea imaginaria que va desde el polo norte al polo sur, y que pasa a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde.
Desde el mismo día siguiente al del descubrimiento, Colón comprendió que el comercio era necesario para sostener la empresa y así escribe en su diario que no quería detenerse por hallar oro. Si buscó oro, esclavos y otros bienes tropicales, era por esta razón. Basta con leer la totalidad de escritos de Colón para percatarse de que el motivo del viaje no fue la vulgar codicia.
Son muy breves sus referencias al oro y, sin embargo, muy amplias en otras descripciones. Es evidente que, para Colón, el oro no era lo más importante, y que, desde un principio, comprendió que la riqueza de aquellos lugares no se limitaba a los metales preciosos. El agua, los montes, la flora, la fauna y sus habitantes, eran valiosos y debían ser tomados en cuenta.
Las intenciones de los conquistadores y de la Corona estaban orientadas por una moral y cultura cristianas, que, si bien no favorecía directamente a los indios ni a su cultura, tenía altos postulados en cuestiones humanas y de tolerancia con otros pueblos, que finalmente beneficiarían de alguna manera a ambas partes, aunque tendría sus consecuencias negativas para ambas también.
Cuando, tras su regreso al Nuevo Mundo, Colón comprobó la matanza de los «cristianos» que allí había dejado en el Fuerte de la Navidad, se encontró por primera vez con indios de guerra. Si ya antes había sugerido hacer esclavos a los indios de otras islas por ser caníbales, ahora lo tenía más fácil, ya que algunos de la Española se le resistían, aunque esto supusiera una contradicción cuando les dijo en su carta a los reyes anunciando el Descubrimiento, que allí, en aquella isla, tenían sus mejores y más leales vasallos.
Cierto es que, en aquellos tiempos, la trata y venta de esclavos era un negocio permitido en todo el mundo y también en Castilla. La esclavitud integraba el derecho de gentes. Dentro del mundo occidental tan solo los que habían recibido el bautismo o que tenían determinados vínculos con el cristianismo estaban exentos de la ominosa esclavitud. Era frecuente la esclavitud de los musulmanes entre los cristianos y de estos entre los musulmanes.
El trafico de esclavos en África para ser vendidos en los mercados mediterráneos fue monopolio de los árabes, incorporándose los portugueses en el siglo XV. Floreció durante aproximadamente la misma época que el tráfico transatlántico de esclavos y devastó a cientos de comunidades costeras europeas. La costa de Berbería, que se extiende desde Marruecos hasta la actual Libia, fue el hogar de una próspera industria del secuestro de seres humanos desde 1500 hasta aproximadamente 1800. Las principales capitales esclavistas eran Salé (en Marruecos), Túnez, Argel y Trípoli. Durante los siglos XVI y XVII fueron más numerosos los esclavos conducidos al sur a través del Mediterráneo que al oeste a través del Atlántico. En 1454, el Papa había reconocido el tráfico de esclavos y a partir de entonces fueron utilizados para aumentar la productividad de las plantaciones de caña de azúcar en Madeira y, desde 1493 lo será en América. El mismo fray Bartolomé de las Casas aprobó la importación de esclavos negros para que trabajaran en las minas, antes de convertirse en el defensor de los indios por excelencia.

En el propio Nuevo Mundo, la esclavitud entre pueblos y tribus era habitual y no siempre destinado para el trabajo, también era utilizada para los sacrificios o la antropofagia. Estos pueblos regalaban esclavas a los españoles, la propia Malinche era una esclava de origen nahua de los indígenas mayas de Tabasco.
En realidad Colón no se apartó de la línea de conducta de los portugueses que admitían a un tiempo la esclavitud del infiel y su conversión, sin discriminaciones ni sutilezas. En este aspecto fue un fiel discípulo de Don Enrique el navegante. No hizo el Almirante mas que pisar el Nuevo Mundo cuando intuyó, dada su aparente pobreza, que el mas lucrativo de los negocios sería la venta de los aborígenes en los mercados esclavistas europeos. Así sería por entonces hasta su prohibición en 1500, los indios que se sometieron pacíficamente vieron su libertad respetada, pero aquellos que se rebelaron, fueron reducidos y trasportados a Europa como esclavos.

En general había tres excepciones para la prohibición de no hacer esclavos: Se permitía con los indios caribes (antropófagos), a los de «buena guerra» y a los adquiridos de otras tribu ya esclavizados. La guerra autorizaba a quienes tenían la justicia de su lado, a capturar prisioneros para hacerlos esclavos; era una práctica común entre los europeos, por el contrario, los indios sacrificaban a muchos de sus prisioneros de guerra.
La gloria militar formaba parte de la ideología española. Entre las consecuencias para vencedores y vencidos de una guerra, la esclavitud se incluía y resultaba normal para todos. Nadie se alarmaba de los esclavos africanos, que incluso fueron llevados a América cuando se dieron cuenta de la poca capacidad de los indios para el trabajo en las minas.
En defensa de Colón se puede afirmar que en esto de los esclavos no hizo más que seguir las condiciones establecidas en su Capitulación en las que el «rescate» ya figuraba en aquel texto. Por otra parte el Almirante no trajo un solo esclavo en su primer viaje, pues los siete indígenas que le acompañaron y que fueron bautizados en Guadalupe, no venían con esa condición.
En la isla de La Española fundó Colón el 6 de enero de 1494 la primera ciudad en América, y en honor de su reina la llamó La Isabela. Instalada en la costa norte de la isla, desde allí envió la primera expedición exploradora al interior al mando de un joven Alonso de Ojeda de 26 años.
El 2 de febrero de 1494, Colón dispuso el retorno a España de doce buques de su flota, al mando de Antonio Torres, que arribará a Cádiz el 7 de marzo, transportando una indeterminada cantidad de esclavos caribes que serviría para costear los altos gastos. Este hombre de confianza del Almirante llevó un informe favorable de la situación en la Isla de La Española a la reina Isabel, que lo recibió en Medina del Campo, el 4 de abril de 1494.
Durante este año, las escaramuzas con los indígenas que no se sometían eran habituales, dando como resultado la detención de muchos de ellos para ser utilizados como esclavos. A este tráfico se dedicaba, entre otros, el factor y amigo de Colón Juanoto Berardi, a cuyo servicio entró por cierto Américo Vespucio.

En octubre de 1494 Antonio Torres, esta vez acompañado por Pedro Alonso Niño, partió de nuevo desde la Península con cuatro carabelas de refuerzo, llegando a la Isabela a finales de 1494; llevaba carta de los Reyes Católicos fechada el 16 de agosto, en las que mostraban su satisfacción por las noticias recibidas de Colón.
El 24 de noviembre de 1494 vuelve a la Península mucho personal de la isla de La Española que había ido en la gran expedición del segundo viaje de Colón, y entre ellos fray Bernardo de Boil y Pere Margarit. Estos informan a los reyes desfavorablemente respecto a la situación en la isla, siendo las primeras en este sentido que reciben.
El 24 de febrero de 1495 Torres vuelve también a la Península, esta vez lleva embarcados entre 300 y 400 indios taínos que le entrega Colón, fruto de la guerra con el cacique Guatiguaná, llegando a España en el mes de abril. Entre estos indios se encontraba el cacique Caonabó que murió durante la travesía.
Así, pues, desde el segundo viaje de Colón en su aventura descubridora, se comenzaron a llevar indios a la Península, aprovechando una situación de vacío legal. Realmente estaba aún por definir el status social del nativo americano.
El 10 de abril de 1495 por Provisión Real, se regulaban las condiciones generales de poblamiento de indias en las que entre otras medidas centralizaba las salidas desde Cádiz, previa licencia de los oficiales reales; se daba la posibilidad a los castellanos que quisieran ir a las Indias sin sueldo de poder hacerlo sin pagar derechos, con el viaje gratuito, y adquiriendo la propiedad de lo que se les repartiera allí y se les costeaba además el mantenimiento del primer año. A cambio, debían entregar a la Corona los dos tercios del oro que encontraran. De las mercaderías, debían dar el diezmo a la hacienda real. Lo mismo que los otros productos que obtuvieran de la tierra. A los navegantes se les imponía que la décima parte de la carga de los navíos fuera destinada a envíos de la Corona a las islas sin que esta pagara flete por ellas.
El 12 de abril de 1495, conocieron los reyes la noticia de la llegada de los indios a la península. Ordenaron a Fonseca que los vendiese en Andalucía, pues era en aquella provincia donde pensaban que podrían tener mejor salida. Pero muy pronto tuvieron dudas de conciencia al respecto y apenas cuatro días más tarde de esta orden, el 16 de abril, escribían de nuevo al arcediano pidiéndole que reservase el dinero de la venta de los esclavos hasta averiguar si este tráfico de indígenas era lícito, pues antes de nada querían informarse de «letrados, teólogos y canonistas de buena conciencia», para lo cual se formó una comisión.
Los reyes no solo tenían ahora este problema respecto de las nuevas tierras descubiertas, sino que además de los informes favorables del hombre de confianza de Colón, Antonio de Torres, también los habían recibido negativos de otras personas relevantes como Boil y Margarit.
La postura inicial de dejar hacer de la reina sobre el tráfico de indígenas no debió sorprender a nadie, pues no hizo otra cosa mas que prolongar una política que llevaba vigente varios siglos, aunque quería preservar al indio mientras se tomaba una decisión definitiva sobre la cuestión. La primera reacción de la reina había sido preguntar: ¿Han sido capturados en justa guerra?, ¿Podrían ser vendidos como esclavos los indígenas de un territorio cuya soberanía habían confirmado los pontífices romanos a cambio de su evangelización?.
Colón por su parte trataba de convencer a los monarcas de la importancia económica que tendría el envío a Castilla de aquellos aborígenes tomados en «buena guerra». Mientras tanto, la comisión de letrados, teólogos y canonistas que se reunía y deliberaba sobre la condición de los nativos de las nuevas tierras, tardaría cinco años en dictaminar sobre lo que les fue pedido y el tráfico de indios continuó.
Pero realmente parecía poco compatible la sumisión a esclavitud del indígena y los acuerdos pontificios de evangelización. Si la Corona de Castilla esclavizaba al aborigen dejaría de cumplir su pacto con la Santa Sede y las bulas de concesión quedarían en papel mojado.

En relación a lo encontrado en la isla de La Española, además de los informes del propio Colón y otras personas, hay una valiosa descripción escrita de la misma por parte de Diego Álvarez Chanca, médico de la segunda expedición de Colón, que remitió desde allí una Relación (carta) dirigida «al Cabildo de Sevilla», incluido a Juan Rodríguez de Fonseca, que era el deán del cabildo de la catedral. En ella se incluyen estudios sobre la flora de las costas y la vegetación de montañas y valles, lo cual refiere en un estilo llano y breve. Éste es el primer documento en el que se realiza una descripción sobre la flora, la fauna, la etnología y la etnografía de América. Recogió, además, datos antropológicos acerca de los indígenas, indicando las diferencias de carácter y costumbres entre los tainos y caribes, apuntando la posibilidad de antropofagia de estos últimos.
Los informes contradictorios que iban llegando a la Corte respecto a Colón, hicieron que los reyes enviaran a Juan de Aguado acompañado de Diego Colón (hermano de Cristóbal), que partió con cuatro carabelas, con el encargo de investigar sobre las dotes de Colón como gobernante e informarles. La expedición llegó a La Española en octubre de 1495.
El 10 de marzo de 1496 Colón acompañado de Aguado, partió de regreso a España en una flota de dos buques, La Niña y La India, siendo este último el primer barco europeo construido en América; dejó a su hermano Bartolomé como gobernador de la isla (1496-1500). El 11 de junio arribaba a Cádiz, donde también desembarcaron 30 indios que fueron vendidos como esclavos; desde allí se dirigió hacia Burgos donde se encontraba la reina Isabel.
Colón e Isabel se vieron finalmente en Medina del Campo el 25 de mayo de 1497 donde se le autorizó el tercer viaje, que se iniciaría en 1498 y en el que descubriría Tierra Firme el 1 de agosto de ese año.
Antes las protestas de Colón sobre la Provisión Real de 10 de abril de 1495, la reina la revocó unos días mas tarde con otra real provisión de 2 de junio de 1497.
Durante este año de 1497, se produce la rebelión de Francisco Roldan, alcalde Mayor de La Española contra el gobierno de Bartolomé Colón. Una vez llegó Cristóbal Colón a la isla a finales de agosto de 1498, intentó negociar y recuperar su cada vez mas mermada popularidad, pensando en volver a España. Prefirió finalmente quedarse al temer un levantamiento indígena y difundió el 12 de septiembre de 1498 un comunicado anunciando que todos aquellos que quisieran volver tenían libertad para hacerlo. En su nombre envió a Miguel Ballester y a García Barrantes con un memorial, donde se exponían los hechos acaecidos y la situación crítica que se vivía en La Española. Roldán también logrará que se presentasen sus propios informes a los reyes.
Estos hechos y las comparecencias e informes de los enemigos del Almirante, provocaron la puesta en marcha de su destitución, con el nombramiento de Francisco de Bobadilla, nuevo gobernador con plenos poderes, y se dictaron una serie de cédulas tendentes a reorganizar el tráfico de indígenas. Bobadilla se trasladará en mayo de 1500 a la isla de La Hispaniola, con la carta credencial de los reyes de un año antes, de fecha 26 de mayo de 1499.
La torpeza de Colón como Virrey de las Indias y su caída en desgracia, con la consiguiente suspensión de funciones, abrió la puerta a la iniciativa privada que hasta entonces había estado excluida en virtud de los privilegios otorgados a Colón en las Capitulaciones de Santa Fe. La Corona, haciendo caso omiso de los mismos, concedió completa libertad de navegación a las Indias a los particulares, reactivando la Real Provisión de 10 de abril de 1495, que había sido derogada a propuesta de Colón en junio de 1497, y puesta en marcha de nuevo en 1499.
Se establecieron nuevas capitulaciones de descubrimiento y rescate. Se otorgó licencia para descubrir y rescatar, a costa del expedicionario, en aquellas islas y costas del continente que fueran desconocidas hasta ese momento, evitando siempre las tierras anteriormente descubiertas, sobre todo las del Almirante Cristóbal Colón, así como los territorios pertenecientes al reino de Portugal.
La primera expedición exploradora no capitulada con Colón fue la de Alonso de Ojeda, que contó en su proyecto con Vespucio, comerciante italiano residente en Sevilla, y con Juan de la Cosa en calidad de primer piloto, armándose muy precariamente una sola carabela en el Puerto de Santa María, con la cual se hicieron a la vela el 18 de mayo de 1499. Exploraron la tierra firme continental y regresaron a Cádiz en noviembre de 1499 con un gran botín en oro, perlas y esclavos. Dos semanas después partirá la expedición de Pedro Alonso Niño y Luis y Cristóbal Guerra.
El 6 de junio de 1499 se capituló con Vicente Yáñez Pinzón con los mismos criterios que los de Alonso de Ojeda. La expedición partirá en noviembre de ese año y en enero de 1500 descubrirán las costas de Brasil y la desembocadura del Amazonas.
A primeros de 1500, llegó a la Península la flota enviada por Colón desde La Española al mando de Miguel Ballester y García Barrantes, donde desembarcaron esclavos indios. La reina católica que se encontraba en Sevilla se impresionó profundamente al ver las naves cargadas con los indios. Grande fue su enojo al saber que Colón había regalado, como si se tratase de perros ó loros, un esclavo indio á cada uno de los que regresaron á España en los cinco navíos que vinieron de la Española y de entregar a cada uno de los 300 nuevos pobladores de la isla un indio como esclavo. Según Las Casas la reina exclamó muy airada: ¿Qué poder mío tiene el Almirante para dar á nadie mis vasallos? .
El 5 de junio de 1500 se firmaron capitulaciones con Rodrigo de Bastidas y con el comendador Alonso Vélez de Mendoza, también con los mismos criterios que con los anteriores navegantes.
Fue entonces, durante el año de 1500, cuando los reyes recibieron el dictamen de la comisión en la que se consideraban personas a los indios y «eran libres e iguales a los labradores de Castilla«; mandaron entonces los reyes a pregonar, que todos los indios que había enviado el Almirante a Castilla fueran devueltos en los primeros navíos que tornasen al Nuevo Mundo. Los oficiales reales actuaron con prontitud y ya en abril se entregaron a Bobadilla los primeros 25 esclavos que habría de llevar consigo. Y mandó a pregonar en Granada y en Sevilla que todos los que hubiesen llevado indios á Castilla, que les hubiese dado el Almirante, los volviesen luego acá (á la Española) so pena de muerte.
Pero la Reina Católica no sólo los consideró personas como había dictaminado la comisión, sino, lo que es más importante, súbditos de la Corona de Castilla. Ésta es una de las claves en la evolución del tratamiento jurídico del indio que no ha sido suficientemente destacada.

Como consecuencia del dictamen de la comisión se emitió una cédula real el 20 de junio de 1500 dirigida a Antonio de Torres : «Ya sabéis por nuestro mandato que tenéis en vuestro poder en secuestro o depósito algunos indios, de los que fueron traídos de las Indias y vendidos en esta ciudad y su arzobispado y en otras partes de esta Andalucía, por mandato de nuestro Almirante de Indias. Los cuales ahora Nos mandamos poner en libertad, y hemos mandado al comendador fray Francisco de Bobadilla que los llevase en su poder a las dichas Indias, y haga de ellos lo que le tenemos mandado. por ende, Nos vos mandamos que luego que esta cédula nuestra viéredes, la deis y entreguéis todos los dichos indios que así tenéis en vuestro poder, sin faltar de ellos ninguno, por inventario y escribano público«.
Para el prestigioso historiador español Rafael Altamira, este hecho marca una fecha memorable:
«Fecha memorable para el mundo entero, porque señala el primer reconocimiento del respeto debido a la dignidad y libertad de todos los hombres, por incultos y primitivos que sean; principios que hasta entonces no se había proclamado en ninguna legislación y mucho menos practicado en ningún país».
Por otra parte, también mediante cédulas reales se autorizará a todos los capitanes que fueren a descubrir nuevas tierras, que «podrían cautivar a los caníbales especialmente en las islas de San Bernardo, isla Fuerte, el puerto de Cartajena y las islas de Baru«.
Realmente no eran instrucciones contradictorias, pues estaban de acuerdo con los criterios de poder esclavizar a los que les hicieran la guerra y los caníbales sin duda se la hacían. Pero muy pocos años mas tarde, en las Leyes de Indias quedará prohibido hacer esclavos a los indios bajo ningún concepto, ni siquiera a los capturados en «guerra justa» (libro 6º, título 2º, Ley 1ª).
Mientras tanto, en la isla de La Española el juez Francisco de Bobadilla enviado por los reyes, procedía a arrestar a Cristóbal Colón y a sus hermanos Bartolomé y Diego y los embarcaba encadenados a España en octubre de 1500. Llegaron a Cádiz el 25 de noviembre de 1500, dirigiéndose a Granada donde la reina Isabel los liberó (orden de 17 de diciembre), pero obligó a Colón a renunciar a los derechos otorgados en el Nuevo Mundo, por lo que perdió los títulos y privilegios, el monopolio de las expediciones y la potestad para gobernar las tierras descubiertas.
Con la caída en desgracia de Colón en 1500, la empresa americana entró en una nueva fase más ambiciosa. La reina castellana tenía claro que quería llevar al Nuevo Mundo la educación castellana, la atención sanitaria, los sistemas políticos y los valores espirituales cristianos a millones de personas, aparte de que, por mucho aprecio que tuviera a Colón, no quería permitir que toda la conquista y evangelización se produjera a través de un solo hombre. Isabel abrió el abanico a otras expediciones como las que se hicieron a cargo de Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Vicente Yáñez Pinzón, Diego de Lepe o Pedro Alonso Niño.
A partir de este momento, todas las expediciones que partieron en el año de 1501 y siguientes, llevaban en uno de los puntos de las capitulaciones la prohibición de traer esclavos indios a la península.

El 8 de junio de 1501 se firmaron capitulaciones con Alonso de Ojeda «para que vaya de nuevo a descubrir«. Se le encomienda marcar lo descubierto, para atajar al descubridor “inglés” (expedición de Cabot). También se incluye entre sus obligaciones «traer muestras de piedras verdes de Coquibacoa y buscar otro rescate de perlas y mineros de oro, todo a su costa«. Iniciaría el viaje en enero del año siguiente.
A la reina le interesaba proteger a los indios vasallos, pero también quería que las Indias fueran rentables. Aunque la situación al respecto pudiera parecer complicada, se dieron instrucciones claras. Así, a Nicolás de Ovando, nombrado nuevo gobernador de La Española, se le dijo que los indios ayudaran a los cristianos en las «labores y granjerías» pagándoseles un salario adecuado. Instrucciones dadas en Granada el 16 de septiembre de 1501:
«Otrosí procuréis como los indios sean bien tratados y puedan andar seguramente por toda la tierra, y ninguno las haga fuerza, ni os roben, ni hagan otro mal ni daño, poniendo para ello las penas que viéredes menester……Diréis de nuestra parte a los caciques y a los otros principales que nos queremos que los indios sean bien tratados como nuestros buenos subditos e vasallos, y que ninguno sea osado de les haccer mal ni daño.
…Porque somos informados que algunos cristianos de las dichas islas, especialmente de La Española, tienen tomadas a los dichos indios sus mujeres e hijas y otras cosas contra su voluntad, luego como llegáredes, daréis orden como se les vuelvan todo lo que tienen tomado conta su voluntad, y defenderéis so graves penas, que de aquí adelante ninguno sea osado de hacerlo semejante, y si con las indias se quisieren casar, sea de voluntad de las partes y no por fuerza.
En el año de 1501 ya se cultivaban en América varias semillas alimentarias procedentes de España; se habían introducido las aves domésticas, los ganados lanar, de cerda y cabrío; el buey, el asno y el caballo ayudaban al hombre en las faenas del campo donde antes trabajaba solo; prosperaba la vegetación de caña de azúcar y pagaban ya diezmo el fruto de la viña y del olivo, la seda, el lino, el cáñamo.
El 5 de septiembre de 1501 se firmaron nuevas capitulaciones con Vicente Yáñez Pinzón, el 14 de septiembre con Diego de Lepe y el 5 de octubre con Juan de Escalante.
En una real cédula de 2 de diciembre de 1501, los reyes regularon la tributación de oro de los indios y su buen tratamiento y régimen de trabajo, y en otro punto se castigó al navegante Cristóbal Guerra, que había vuelto de las costas de Brasil en el mes de julio: «Habiendo tenido conocimiento de los excesos cometidos por este navegante maltratando a los indios y vendiéndolos como esclavos en Andalucía«, ordenaron reducirlo a prisión con incautación del dinero percibido. Los indios fueron liberados y devueltos a América.

En enero de 1502 partió la segunda expedición de Alonso de Ojeda con cuatro naves hacia la última zona que había explorado, evitando por el camino el Golfo de Paria y adentrándose más allá, en las costas venezolanas, hasta llegar a la Península de la Guajira, donde en la actual Playa Honda fundó el primer asentamiento europeo en el continente americano, Santa Cruz, con el título que los reyes le habían otorgado, el de gobernador de Coquibacoa.
Por fin, el 3 de febrero de 1502, partirá hacia las Indias el nuevo gobernador nombrado en lugar de Bobadilla Nicolás de Ovando, con 32 embarcaciones, siendo hasta ese momento la flota más grande con destino al continente americano. Se embarcaron en total unas 1.500 personas elegidas al azar con idea de establecerse, para representar a la sociedad española en el Nuevo Mundo. Será de la partida un joven Francisco Pizarro de 24 años. La expedición llegó a Santo Domingo en el mes de abril.
Financiada fundamentalmente con capital privado, aunque también la Corona participó, sobre todo en tareas organizativas, el plan de Ovando, trazado por los Reyes Católicos, era desarrollar tanto la economía básica de la isla de La Española como establecer las estructuras políticas, sociales, religiosas y administrativas. Los poblados debía tener plaza, iglesia, escuela, hospital, gobierno civil, padrón de vecinos, etc. A los indios se les debería enseñar el catecismo, las letras y la escritura.

En los primeros días de julio de 1502 se produjo el primer gran naufragio con un alto coste de vidas humanas; se trataba de la flota de Antonio de Torres, el gran amigo de los Colón, que embarcaba a Bobadilla de regreso a España. Cerca del paso de la Mona, tras sufrir un terrible huracán cuando conducía la flota de entre veintiocho y treinta navíos, murieron más de quinientas personas entre otros Bobadilla, Roldán y el propio Torres. Colón que estaba en La Española en ese momento lo había advertido, pero no le hicieron caso. El mismo temporal que hizo naufragar varios navíos, destruyó de tal manera la ciudad de Santo Domingo que el nuevo Gobernador estimó conveniente su traslado a la otra orilla del río Ozama, siendo construidas las edificaciones con madera y piedra.
Durante el reinado de Isabel I tuvieron lugar los primeros veinte viajes (1492-1502) a América y se fundaron más de 23 asentamientos, algunos de los cuales se convertirían en ciudades como Santo Domingo, Puerto Plata o San Juan de la Maguana en la hoy República Dominicana, o Puerto Príncipe en el actual Haití.
A finales de febrero de 1502 cuando la Primavera despuntaba, la Corte que se encontraba en Sevilla comenzó su habitual viaje hacia el norte, con la reina Isabel ya muy enferma. En estos dos últimos años de su vida, no dejarán de publicarse varias cédulas y provisiones reales en relación con las Indias:
En enero de 1503 se estableció por decreto real la Casa de Contratación de Indias en Sevilla, creada para fomentar y regular el comercio y la navegación con el Nuevo Mundo. Su denominación oficial era Casa y Audiencia de Indias. Su funcionamiento quedó regulado en las Ordenanzas expedidas en Alcalá de Henares en el momento de su creación.

Instrucción real dada en Alcalá de Henares el 20 de marzo de 1503, para el Gobernador y los Oficiales ‘sobre el Gobierno de las Indias, por la que se reiteran las rígidas normas en favor de los indios para asegurar su rápida conversión, amistosa convivencia con los españoles, régimen de libertad e igualdad, adecuada instrucción y eficaz administración de justicia.
En Zaragoza se publica la real cédula de 29 de marzo de 1503: «Porque somos informados que por lo que comple a la salvación de las ánimas de los dichos indios en la contratacion de las xentes que allá están, es necesario que los indios se reúnan en pueblos en que vivan xuntamente, e que los unos non estén ni anden apartados de los otros por los montes, e que allí tengan ca uno dellos su casa habitada con su mujer e hijos y heredades, en que labren y siembren y cien sus ganados; y que cada pueblo de los que se hicieren, haya una iglesia y capellán que tenga a cargo adoctrinar y enseñar en nuestra Santa Fe Católica y que asimismo en cada hogar haya una persona conocida que en nuestro nombre tanga cargo del hogar que así les fuere encomendado, y de los vecinos de pueblo tenga en justicia y no les consienta hacer ningún mal ni daño en sus personas ni en sus bienes, y para que hagan que los dichos indios sirvan en las cosas cumplideras a nuestro servicio«.
El 3 de abril de 1503 mediante cédula real, la reina Isabel nombró a Juan de la Cosa Alguacil Mayor de Urabá como parte de su recompensa por los servicios prestado en el viaje que hizo con Bastidas como piloto (1501-1502) y adicionalmente fue nombrado oficial asalariado en la recién creada Casa de Contratación. También se le encomiendan misiones de inteligencia y espionaje en Portugal.
En una Real Cédula de 1503, Isabel ordenó que se acuñese en la Casa de Moneda de Sevilla «el oro que llegue de la Isla Española y de las otras islas y tierra firme del mar Océano«; dicha ceca labrará también moneda de plata y de cobre.
Se firmaron nuevas capitulaciones con Cristóbal Guerra, el 12 de julio de 1503. En este mismo viaje, Guerra se comprometía a devolver a sus lugares de origen a los indios traídos anteriormente a Castilla, pagándoles el correspondiente salario.
Sevilla Agosto 1503. Carta de Provisión autorizando reducir a la esclavitud a los indios caníbales.
Real cédula de 20 de diciembre de 1503 en Medina del Campo: «Hobimos mandado que los indios fuesen libres y no sujetos a servidumbre; y agora somos informados que, a causa de la mucha libertad que los dichos indios tiene, huye y se apartan de la conversación y comunidad de los cristianos, por manera que aún queriéndoles pagar sus jornales no quieren y andan vagamundos». «Se autoriza a los gobernadores para que compelais y apremiéis a los dichos indios que traten y conversen con los cristianos y trabajen en sus edificios y en coger y sacar oro y otros metales y en facer granjerías y mantenimientos…y fagáis pagar a cada uno el día que trabajare el jornal y mantenimientos que según la calidad de la tierra y de la persona y del oficio vos pareciere que debieren haber…«

Colón realizó su cuarto y último viaje en la primavera de 1502 en busca del paso interoceánico y volvió en 1504, semanas antes de la muerte de la reina Isabel, a la que no logró ver.
Entre 1503 ó 1504, todavía en vida de la reina, Vespuccio publicó un texto en latín titulado Mundus Novus confirmando la continentalidad de los hallazgos. Su carta Lettera di Amerigo Vespucii delle isole nuovamente ritrovate in quatto suoi viaggi llegará a las manos de Waldseemüller en Saint-Dié, donde un grupo de eruditos trabajaba en una edición latina de la Cosmographia de Ptolomeo. Encargado de redactar la introducción, que llevaría como apéndice la carta de Vespuccio, el cartógrafo germano propuso nombrar a las nuevas tierras bajo un solo nombre, América, topónimo erróneamente atribuido a su pretendido descubridor y que difundió en su Mapa Universal (1507).

El 14 de febrero de 1504 en Medina del Campo se firmaron capitulaciones a favor de Juan de la Cosa. Se trata de la segunda capitulación otorgada después de la fundación de la Casa de la Contratación, y por tanto bajo el control de los Oficiales Reales de dicha institución.
La reina tenía una muy buena de este navegante cántabro: “Porque sé que es hombre que sabrá bien lo que aconsejare”. “El asiento que se tomó por nuestro mandado con vos Juan de la Cosa para yr al golfo de Urabá e otras yslas del Mar Oçéano que fasta agora son descubiertas e se descubrieren de aquí adelante es este que se sygue: Primeramente, que podays yr con dos o tres navíos, e los que más quisierdes llevar, a vuestra costa e mysión a las tierras e yslas de las Perlas e al golfo de Urabá e a otras qualesquier yslas e tierra firme del Mar Oçéano«.
En 1504 De La Cosa logró efectuar su primer viaje de descubrimiento bajo su propio mando como capitán general y piloto, gracias a una capitulación de la Corona para descubrir y vigilar las costas de Tierra Firme. Con cuatro naves armadas recorrió las costas entre la isla de Margarita y el golfo de Urabá, donde consiguió un abundante «rescate» (palabra que designaba tanto el beneficio comercial como el botín de guerra). En Cartagena de Indias encontró y socorrió al mercader sevillano Cristóbal Guerra y sus hombres, con quienes sin embargo tuvo grandes conflictos. Juan de la Cosa realizó siete expediciones oceánicas (1492-1493; 1493-1496; 1499-1500; 1501-1502; 1504-1506; 1507-1508 y 1509-1510).
El 30 de septiembre la reina firmó su última capitulación, que será con Alonso de Ojeda para ir a descubrir islas y tierra firme: «Licencia para descubrir a su costa en tierras que no sean portuguesas ni las ya descubiertas por Colón, es decir, más adelante de “donde vos e Bastidas llegasteys”.

En los días que precedieron a su muerte, una de las pocas preocupaciones que Isabel la Católica plasmó en su testamento estuvo puesta en los «inocentes» del Nuevo Mundo y de las Islas Canarias. La monarca comprendía que la esclavitud estaba justificada para los «infieles» y los enemigos vencidos, no para los habitantes de la tierra descubierta por Cristóbal Colón. En su lecho escribió: «No consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, más manden que sean bien y justamente tratados».
Codicilo de Isabel que realizó sobre su testamento Capítulo XII (Indios, su evangelización y buen tratamiento):
«Ytem. Por quanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las islas e tierra firme del mar Océano, descubiertas e por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al Papa Alejandro sexto de buena memoria, que nos fizo la dicha concession, de procurar inducir e traher los pueblos dellas e los convertir a nuestra Santa Fe católica, e enviar a las dichas islas e tierra firme del mar Océano perlados e religiosos e clérigos e otras personas doctas e temerosas de Dios, para instruir los vezinos e moradores dellas en la Fe católica, e les enseñar e doctrinar buenas costumbres e poner en ello la diligencia debida, según como más largamente en las Letras de la dicha concessión se contiene, por ende suplico al Rey, mi Señor, mui afectuosamente, e encargo e mando a la dicha Princesa mi hija e al dicho Príncipe su marido, que ansí lo hagan e cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, e non consientan e den lugar que los indios vezinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados. E si algún agravio han rescebido, lo remedien e provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas de la dicha concessión nos es inyungido e mandado».
Isabel I hizo a su esposo la merced señaladísima de dejarle mientras viviese la mitad de las rentas de las Indias. Capítulo XXIX (Indias, su situación jurídica):
«E porque de los hechos grandes e señalados que el Rey, mi señor, ha hecho desde el comienzo de nuestro reinado, la Corona real de Castilla es tanto aumentada que debemos dar a Nuestro Señor muchas gracias e llores; especialmente, según es notorio, habernos su Señoría ayudado, con muchos trabajos e peligros de su real persona, a cobrar estos mis Reinos, que tan enagenados estaban al tiempo que yo en ellos sucedí, y el dicho Reino de Granada, según dicho es, demás del gran cuidado y vigilancia que su Señoría siempre ha tenido e tiene en la administración de ellos. E porque el dicho reino de Granada e Islas de Canarias e Islas e Tierra firme del mar Océano, descubiertas e por descubrir, ganadas e por ganar, han de quedar incorporadas en estos mis Reinos de Castilla y León, según que en la Bula Apostólica a Nos sobre ello concedida se contiene, y es razón que su Señoría sea en algo servido de mi y de los dichos mis Reinos e señoríos, aunque no puede ser tanto como su Señoría merece e yo deseo, es mi merced e voluntad, e mando que, por la obligación e deuda que estos mis Reinos deben e son obligados a su Señoría, por tantos bienes e mercedes que su Señoría tiene e ha de tener por su vida, haya e lleve e le sean dados e pagados cada año por toda su vida, para sustentación de su estado real, la mitad de lo que rentasen las Islas e Tierra firme del mar Océano, que hasta ahora son descubiertas, e de los provechos e derechos justos que en ellas hubiese, sacdas las costas que en ellas se hicieren, así en la administración de la justicia como en la defensa de ellas y en las otras cosas necesarias; e más diez cuentos de maravedís cada año por toda su vida, situados en las rentas de las alcabalas de los dichos maestrazgos de Santiago e Calatrava e Alcántara, para que su Señoría lo lleve e goce e haga dello lo que fuere servido; con tanto que después de sus días la dicha mitad de rentas e derechos e provechos e los dichos diez cuentos de maravedís, finquen e tornen e se consuman para la Corona real de estos mis Reinos de Castilla. E mando a la dicha Princesa, mi hija, e al dicho Príncipe, su marido, que así lo hagan e guarden e cumplan por descargo de sus conciencias e de la mía). Medina del Campo, 23 noviembre 1504″.
La directriz de tratar bien a los indios y cooperar con ellos pervivió a la muerte de la reina, aunque no faltaron conquistadores que hicieron oídos sordos y cometieron numerosos abusos, castigados por la Corona siempre que fue posible. La presencia de los representantes reales en un territorio tan extenso fue siempre escasa y condicionada por el poder de los grandes terratenientes.
Algunas opiniones interesantes sobre la Reina Católica por parte de reconocidos historiadores son:
Baltasar Gracián en «El político don Fernando el Católico»:
«Fundó Fernando la mayor monarquía hasta hoy en religión, gobierno, valor, estados y riquezas; luego fue el mayor rey hasta hoy…
Pero lo que más le ayudó a Fernando para ser príncipe consumado de felicidad y de valor, fueron las esclarecidas y heroicas prendas de la nunca bastantemente alabada reina doña Isabel, su católica consorte, aquella gran princesa que, siendo mujer, excedió los límites de varón».
También Pedro Martín de Anglería admiró a aquella cualidad excepcional de la reina, tanto en los primeros momentos de su estancia en la corte como después de morir Isabel:
«De él, el rey, no sorprende que sea admirable… pues leemos en las historias incontables ejemplos de hombres justos, fuertes, dotados de toda virtud, incluso sabios. Pero ella, ¿quién me encontrarías tú entre las antiguas, de las que empuñaron el cetro… que haya reunido juntas en las empresas de altura estas tres cosas: un grande ánimo para emprenderlas, constancia para terminarlas y juntamente el decoro de la pureza? Pero esta mujer es fuerte, más que el hombre más fuerte, constante como ninguna otra alma humana, maravilloso ejemplar de pureza y honestidad. Nunca produjo la naturaleza una mujer semejante a ésta. ¿No es digno de admiración que lo que siempre fue extraño y ajeno a la mujer, más que lo contrario a su contrario, esto mismo se encuentre en ésta ampliamente y como si fuera connatural a ella?«.

Prescott, uno de los mas calificados historiadores modernos de Isabel I, ha escrito sobre ella: «Las medidas adoptadas por doña Isabel llevaron siempre el sello de aquel buen juicio práctico, sin el cual los más brillantes talentos pueden ocasionar más desgracias que beneficios a la humanidad. Aunque empeñada en reformas durante su vida entera, no tuvo ninguno de aquellos defectos que tan comunes son en los reformadores; sus proyectos, aunque vastos, nunca fueron visionarios» (Historia del reinado de los Reyes Católicos, parte 2.a, cap. XVI). Confesión relevante de un historiador anglosajón y protestante.
Además de los personajes públicos que tuvieron influencia sobre la Reina como el Cardenal Cisneros, fray Hernando de Talavera, el Cardenal Pedro González de Mendoza y Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), fueron personas de su confianza y estuvieron muy cerca de ella: Beatriz de Bobadilla, hija del alcalde de Arévalo con quien compartió juegos y paseos a caballo en su juventud; Alonso de Quintanilla, el hombre a la sombra de la reina Isabel, Contador mayor de Cuentas y organizador de la Hermandad General, definido como prudente, inteligente, hábil negociador, espléndido orador y magnífico guerrero; Gonzalo Chacón, fiel a la Reina hasta su muerte y su esposa Clara Álvarez de Alvarnáez.
Isabel fue una reina interesada en la cultura, como demuestra su extensa biblioteca, su colección de obras de arte y la línea reformadora que emprendió en el mundo universitario español. Promovió las disciplinas de la pintura, la arquitectura, el pensamiento, la literatura y la música.
Se aseguró de reclutar a los mejores eruditos para el príncipe heredero y las infantas, a la vez que se rodeaba de mujeres sabias que hicieron de su corte un pequeño paraíso de saber femenino. Ejemplo de ello fue la influyente Beatriz Galindo que le enseñó a leer y escribir en latín.
Decretó exenciones y franquicias para lograr que la imprenta española creciera y se extendiera. Entendió la importancia del conocimiento y su divulgación, frente a la fragmentación medieval.
Las universidades en Castilla y en el resto de Europa habían sido espacios vetados para las mujeres durante siglos. Pero hubo excepciones como la de Lucía Medrano, que se educó gracias a la reina Isabel. Nacida en Atienza en 1484 fue educada por un tutor bajo la protección de la reina y acabó convirtiéndose, ya muerta la Reina, en profesora de Retórica de la Universidad de Salamanca.
La sobresaliente Universidad de Salamanca contaba a finales del siglo XV con 24 cátedras y unos siete mil estudiantes. Otras Universidades importantes eran entonces las de Valladolid y Lérida. En 1498 se puso la primera piedra de la Universidad de Alcalá de Henares que sería un centro de referencia.
La incorporación de los territorios de ultramar se hizo con el principal objetivo, al menos para los soberanos, de ampliar el radio de influencia del orbe cristiano. Para muchos de los que se enrolaron en aquella aventura excepcional, era la llave de un auténtico paraíso terrenal de oro, piedras preciosas, especias y esclavos. La reina soñaba con un mundo cristianizado en su totalidad.
La reina Isabel adoptó unas divisas como símbolos que se han mantenido y aún algunos se encuentran hoy en el Escudo Nacional de España. El águila de San Juan nimbada que sostiene las armas del reino, a las que la soberana agregó el lema «sub umbra alarum tuarum protege nos» (protégenos bajo la sombra de tus alas), que obedece a la devoción de la reina por el Evangelista. Fue también divisa de la reina las flechas abatidas, que simbolizan la unidad y el imperio.
A la Reina de Indias e Islas y Tierra Firme del Mar Océano le sobrevino la muerte entre las 11 y las 12 del mediodía del día de 26 noviembre de 1504 en Medina del Campo, en el castillo de la Mota en presencia de su esposo Fernando, de algunos letrados de su Consejo y de los médicos que la asistieron.
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Fuentes consultadas:
http://www.bne.es/es/Micrositios/Guias/12Octubre/Lenguas/Castellano/
Isabel la Católica y Cristóbal Colón. Consuelo Varela. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Porque se incorporaron las Indias a la Corona de Castilla. Juan Manzano Manzano
La política indigenista de Isabel la Católica. 1969. Antonio Rumeo de Armas (1912-2006)
Breve historia de Isabel la Católica. 2017. Sandra Ferrer Valero
Isabel la Católica y el indio americano. Esteban Mira Caballos. Doctor en Hª de América

















